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Luis Eduardo de las Casas, izquierda, en un homenaje a las leyendas de la paleta frontón de nuestro Club, en marzo del 2019.

Por Fernando Vidal Ramírez

La historia y tradición de nuestro Club generan amor y lealtad entre sus asociados, que, en sus ambientes, ven la prolongación de su hogar. Luis Eduardo de las Casas Bermúdez, a quien me permito recordar  con su apelativo de ‘Flaco’, pues así nos dirigimos a él sus amigos del Grupo de los 22, fue un genuino regatista en su juventud como remero, en su madurez como frontonero y, en su adultez, como amigo y patriarca del Grupo.

Desde joven estuvo vinculado al Club, y su afición por el remo lo hizo formar parte de los equipos de bogas. En La Punta tal vez fuera pasivo de la prueba del “zapeo”, a la que no escapaban en sus inicios los bogas del Club. Como integrante de nuestro equipo de remo, participó en diversas competencias y torneos, y contribuyó a lograr trofeos para nuestro Regatas “Lima”. Fue, pues, un boga “del Lima que en el Club se hizo y supo lo que es pundonor desde el go hasta el final”.

Cuando el deporte del frontón llegó al Club y se levantaron sus altas paredes, el Flaco inició su práctica y, raqueta en mano, esperaba a los competidores. Guardando siempre la caballerosidad del genuino regatista, discutía a veces el resultado de una jugada y el “scorer”.

“El Flaco”, segundo de izquierda a derecha, se inició como boga y nos representó en varias regatas.

La amistad de los que formamos la membresía de nuestro Club está por encima de prejuicios y es sumamente unida. Sin embargo, da lugar a la creación de grupos con distintas denominaciones, pero no para formar archipiélagos, sino para mantener un solo continente. Así se formó el Grupo de los 22, sin jerarquías ni escalones. Todos con una gran afinidad y un arraigado sentimiento de amistad y vocación de servicio al Club. El Flaco, con su sencillez y serenidad, fue uno de sus promotores. El miércoles de cada semana se instituyó como el Día del Grupo y se celebraba, como hasta ahora, con una reunión-almuerzo. El Flaco nunca dejó de asistir, como si fuera día de precepto, mientras su salud se lo permitió.

El Flaco fue un hombre cabal con nuestro Club, sus amigos y su familia. Formó un hogar y, con sus hijos, vivió el duro trance de la larga enfermedad de Rina, su esposa y compañera. Para nosotros, sus amigos, promovió la amistad y la paz que él siempre traía consigo, y fue, por ello, el patriarca del Grupo.

Eduardo de las Casas, primero de izquierda a derecha, junto a Juan Zela, Samuel Pérez Andersen y Enrique Zignago, en la década de los sesenta.