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Aldo y Jorge Corzo comparten su amor por el fútbol y valores como la integridad, el respeto y la fe. 

 

“Mi padre me enseñó a ser valiente”, nos dice Aldo Corzo, mientras, a unos metros de distancia, un grupo de niños juega al fútbol en la cancha sintética de nuestra sede Chorrillos. “Es un chico espectacular, íntegro. Siento mucho orgullo: ya me acostumbré a ser conocido como el papá de Aldo”, nos dice Jorge, su padre. Aldo le dice “papito”. “Entre nosotros hay mucha confianza, mucho cariño, mucha amistad”, agrega Jorge. “Siempre estamos juntos y hablamos las cosas claras. Con él, con su madre y con sus hermanos: somos una familia”. Juntos estuvieron en Rusia, en Catar y ya alistan maletas para estar presentes en la Copa América de Estados Unidos, que inicia este jueves 20 de junio (Perú debuta el 21 ante Chile).  

Aldo, o simplemente ‘Corzo’, no pasa desapercibido en ningún lado. Un autógrafo, una foto, un saludo, el capitán de Universitario de Deportes siempre está dispuesto a complacer a sus admiradores. Con el respeto, la sencillez y el don de gente que lo caracterizan, haciendo uso de los valores que aprendió en casa, en el colegio y en nuestro Club, donde fue descubierto para el fútbol profesional. 

Junto a sus hermanos, Jorge y Rodrigo Corzo Chávez, y sus padres, Roxana y Jorge. Aldo es el segundo de tres hermanos. 

 

Comenzó a jugar en el Regatas “Lima” a los 15 años. “Yo me hice asociado del Regatas para que Aldo jugara al fútbol”, confiesa Jorge. Sus amigos del colegio Santa María ya jugaban en el Club. Faltaba Corzo, el futuro capitán de la ‘U’ en su centenario, el defensor de la selección peruana que no ha tenido que jugar en el extranjero para convertirse en figura. 

Por aquel entonces, Aldo no se veía haciendo carrera como futbolista. Nuestro entrenador Óscar Hamada se encargó de que cambiara de idea: le dio la confianza necesaria para tomarse en serio el juego de la pelota. “En el Regatas la gente juega con temperamento y coraje; al jugador del Regatas no le gusta perder. Eso me inculcaron acá: a ser competitivo”, dice Aldo, que, con el mismo espíritu deportivo, también jugaba frontón, tenis de mesa y ajedrez en nuestras instalaciones.  

Fue nada menos que Jaime Duarte quien lo vio jugar en Regatas y lo llevó a Alianza Lima. Como profesional, Aldo debutó un miércoles 20 agosto de 2008, con 19 años, en una victoria del equipo íntimo sobre Sport Boys. A la par, cursaba la carrera de Administración de Empresas en la Universidad San Ignacio de Loyola. “Yo era hincha de Aldo”, dice Jorge, entre risas. La familia nunca dejó de ser crema.   

En mayo de este año, con Aldo como capitán, Universitario de Deportes se coronó ganador del torneo Apertura del fútbol peruano. 

 

En la selección peruana debutó en 2009 y a la U llegó en diciembre de 2016, luego de destacar en Alianza, San Martín y Municipal. Hoy es el máximo referente del plantel crema, el hombre que levantó la copa de campeón nacional 2023, la estrella 27, y el más reciente trofeo del Apertura 2024. Aldo atraviesa un gran momento, pero no se atreve a calificarlo como el mejor. “El fútbol es de momentos”, apunta. Valora el día a día, el camarín, los entrenamientos, compartir con los compañeros. “Nuestra oficina es la cancha”, dice. 

A los 35 años, no piensa en el retiro. “Estoy sano, no tengo apuro; me siento vigente”, comenta, y nos confiesa que, a futuro, quisiera seguir vinculado al deporte. “Estoy estudiando la carrera de director técnico, pero no quiero ser entrenador… Bueno, uno nunca sabe; la llevo por si acaso. Yo me veo más en temas de gerencia o administrativos en el deporte, no solamente en el fútbol”. 

Suma 50 partidos con la selección nacional absoluta. Estará presente en la Copa América 2024, que inicia este 20 de junio en Estados Unidos. 

 

Aldo es fiel creyente de Dios y de la Virgen, pero “tampoco soy un santo. A estas alturas, ya sé cuándo hacer las cosas. Hay que saber elegir bien los tiempos. Me gustaría formar una familia, ser papá…, pero primero tengo que encontrar una mujer, ¿no?”. Sonríe. Los niños que jugaban al fútbol a metros de distancia se acercan a él, le piden una foto. Aldo accede, feliz. Posan juntos en la cancha. Su padre, desde el banquillo, lo mira con orgullo.  

“Siempre estamos juntos y hablamos las cosas claras. Con él, con su madre y con sus hermanos: somos una familia”, nos dice Jorge.