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 Nuestra filial campestre se ha convertido en un refugio seguro para escapar de la vorágine de la ciudad. Foto de Sanyin Wu. 

Cuando La Cantuta fue adquirida por nuestro Club de Regatas “Lima” en 1964, era poco más que un cúmulo de piedras, ramas y árboles al pie de una montaña. Sin embargo, así como en la sede Chorrillos se fue ganando espacio al mar para construir espigones y playas, en la filial La Cantuta nos fuimos abriendo paso entre las piedras del monte. No fue una labor sencilla, pero, 60 años después, la filial ya cuenta con canchas de tenis, fútbol y frontón; piscinas temperadas; zonas para casas rodantes; más de un centenar de bungalows; concesionarios de comidas, y hasta un pequeño zoológico. El espacio ocupado activamente por la filial pasó de 9 a más de 170 hectáreas. Un ejemplo casi perfecto del trabajo constante y la planificación ordenada entre las diferentes gestiones que han estado a cargo de nuestra institución. Lo que antes era un pedregal se ha convertido en un paraíso.

Todos han puesto un grano de arena. Además de la mano de obra especializada para crear los espacios que hoy conforman la filial, varios asociados se preocuparon en contribuir a su ecosistema. Así, algunas plantaciones de árboles y frutos fueron realizadas por ellos mismos durante sus largas temporadas de estancia en La Cantuta. Los que tienen tráileres, por ejemplo, cuidan la naturaleza. Decoran con plantas, macetas y siembran árboles frutales.

En La Cantuta, los trailistas conviven en armonía con la naturaleza. Foto de Sanyin Wu. 

Los asociados que han acudido durante años a La Cantuta también han sabido cultivar una gran amistad. O, como algunos prefieren decirle, una gran familia. Ese es el caso, por ejemplo, de los ‘trailistas’: los asociados que deciden pasar los fines de semana de la temporada alta en sus campers en la filial. Son más de cien asociados trailistas, ubicados en diferentes zonas, provenientes de diversas latitudes y pertenecientes a diversas generaciones. Pero eso no importa en el momento de compartir ambientes de camaradería y diversión: es un buen espacio para hacer amigos, compartir insumos y buenos momentos. 

Tradicionalmente ha sido llamada la “sede de invierno”, pero hoy La Cantuta representa mucho más. Se ha convertido en un refugio seguro para escapar de la vorágine de la ciudad, en un espacio de relajación y diversión que estimula el contacto con la naturaleza y la aventura.

Hoy, La Cantuta no solo le ha ganado espacio al monte, sino que ha aprendido a convivir con la naturaleza. El cuidado del medio ambiente y del ecosistema que rodea a la filial forma parte elemental de su desarrollo. Algunas mañanas tranquilas, abren las puertas del zoológico y permiten la salida de los caballos. El paraíso existe, y está a poco más de una hora de viaje en auto desde Lima. Hoy, La Cantuta es una comunidad que convive en armonía con la naturaleza.

Más de 17o hectáreas componen el área ocupada en La Cantuta. Foto de Sanyin Wu.