Comparten el placer de practicar un deporte al aire libre y en el mar; elemento que, según ellos, cura todo. Salen llenos de energía, pero también reflexivos, con mayor capacidad de escucha y claridad en sus pensamientos, dejando sus problemas —por un momento— sumergidos en el fondo del océano.
El Grupo Aguas Abiertas se creó en enero del 2018. Actualmente ya cuenta con 114 nadadores —todos asociados del CRL— dispuestos a pararse frente al mar en cualquier circunstancia, sea verano o invierno, día o noche, y sin importar la edad de la persona. La única condición es disfrutar de él.
Entre ellos hay campeones de varias competencias nacionales, como la 13a Travesía Ruta Olaya (22 km de Chorrillos a La Punta), 2 Millas Náuticas de Ancón y la Nadada de La Amistad XV Edición. Solo este año, el grupo ha acumulado 7 medallas como resultado de un fuerte y constante entrenamiento.
Las oportunidades para reunirse en el mar sobran, y si no, las inventan: la luna llena, un eclipse, el amanecer, el anochecer, el inicio o el fin de verano, descubrir una nueva ruta, etc. Ese mismo entusiasmo los ha llevado a instaurar «la nocturna» para los que quieren experimentar la sensación de nadar en el mar de noche. Las reglas son simples y claras: llevar boya, pito y linterna para poder verse ante cualquier eventualidad.
La sunrise, por otro lado, la realizan los miércoles a las 5:15 a.m. Se trata de entrar al mar, aún en oscuridad, y salir al alba, la primera luz de la mañana, llenos de energía para enfrentar el día. Algunas veces, incluso, los salvavidas han compartido con ellos la aventura y en más de una ocasión los han acompañado en sus travesías.
En el Grupo Aguas Abiertas aseguran que son privilegiados al tener un club frente al mar, con todas las comodidades que les permiten ejercitarse en beneficio de su salud física y mental. «Para mí, nadar en el mar me ha enseñado a compartir y disfrutar de una misma pasión con otros, a ser competitivo conmigo mismo, no con los demás. Además, ha hecho posible que disfrute una misma actividad con la persona que más amo, mi Guadalupe», cuenta Willy Iturriaga refiriéndose a su esposa, Gaby Burga. Un pensamiento que también comparte Enrique Ferrand: «Lo que más me gusta es que, una y otra vez, con cada bocanada, vuelvo a ver a mi pareja braceando feliz, sin importarnos nada más que estar juntos en el mar», comenta.
Sin duda alguna, existe una sensación de adrenalina en cada jornada para este grupo de deportistas. Está la aventura de enfrentarse a un mar desconocido y cada día diferente; que un día puede estar bravo y al otro tranquilo, turbio o transparente; tan frío que puede causar un dolor de cabeza o lo suficientemente tibio para nadar libremente. Ellos sienten sus propias respiraciones, la sal del agua en sus cuerpos y el golpe de la corriente con cada brazada. Una forma de disipar cualquier pensamiento negativo para sobrellevar la vida diaria con mayor positivismo y fortaleza.
HABLAN NUESTROS ASOCIADOS: (En un recuadro aparte)
- «Al entrar a ese mar aprendemos a enfrentar nuestros propios miedos. Me gusta porque cada vez nos presenta retos diferentes; porque el mar no es igual todos los días: cambia la temperatura, el oleaje, los vientos y las corrientes. Así, uno va aprendiendo a conocer cómo afecta esto a uno mismo, para luego dominarlo. ¡A mí me encanta!», dice Karin Scheuch.
- «Mientras nado en el mar encuentro paz y tranquilidad; me permite detenerme a descansar y tener el tiempo de admirar lo que nos rodea y valorarlo más. Ver el sol, las nubes, las aves, los botes de pescadores, las rocas, las algas y realmente detenerse a verlos con tiempo. He visto con satisfacción que esa escucha más reflexiva también la estoy llevando a mi vida fuera del mar», comenta Edwards Taboada.