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Vanessa se graduó como licenciada en Artes Escénicas en la PUCP. Además, es fotógrafa y psicoterapeuta.

El amor a segunda vista existe. La primera vez que Vanessa Ferro fue al teatro tenía 13 años. Vio “Cats”, en Broadway, y salió decepcionada. Recién fue cautivada por el teatro cinco años después, cuando vio “El Fantasma de la Ópera” en Londres. Entonces, descubrió el arte que la acompañaría el resto de su vida. 

Vanessa recuerda que, en sus inicios, no se planteó ser artista, sino abogada. Ingresó a la Pontificia Universidad Católica del Perú con algunas dudas vocacionales y la facilidad de llevar algunos cursos de Letras durante dos años. Al tercero, las dudas ganaron terreno. “Me arrepentí de estudiar Derecho”, confiesa. 

En ese momento decidió abandonar las leyes y apostar por la carrera de Artes Escénicas, también en la PUCP. Comenzó su travesía en el mundo del teatro colaborando en algunos espacios artísticos en el Perú. Por ejemplo, formó parte del elenco de “La ópera de los tres centavos”, bajo la dirección de Coco Guerra y al lado de figuras como Diego Bertie. Posteriormente, complementó sus estudios con cursos de desarrollo corporal, en Nueva York; de baile, en Broadway, y de guion, en Los Ángeles.

Dice que la reciprocidad que descubrió en el teatro no la ha encontrado en ningún otro lugar. Usar el cuerpo, respirar, moderar la voz e, incluso, conectar con miradas ajenas la acercaron a sí misma y a los demás. “Interpretas o practicas detalles que, muchas veces, das por sentado y, finalmente, te enseñan mucho a empatizar y conectar con otros”.

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Hoy, Vanessa se desempeña como directora residente de la exitosa obra “Billy Elliot”, la historia de un niño que enfrenta estereotipos y prejuicios de parte de su entorno al querer perseguir su pasión por el ballet y dejar de lado el sueño de su padre de que se dedique al boxeo. 

Vanessa trabaja junto con más de 100 personas, entre el elenco infantil y el adulto, los músicos y los técnicos. Desde setiembre de 2021, ya han realizado más de 230 funciones en el teatro Victoria, en Barcelona. A solo un mes de finalizar la temporada, Vanessa siente que sus sueños apenas empiezan a concretarse.

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La obra Billy Elliot en acción desde Barcelona.

CONSTRUIR CONCIENCIA

El teatro permite hacer visible lo invisible. Como nos comenta Vanessa, la obra que dirige evidencia prejuicios que aún están vigentes en la vida cotidiana, como el machismo y la homofobia. “Muchos creen que esta época es distinta, que todo está normalizado”, nos dice. “Pero ni aún en las ciudades más desarrolladas estas problemáticas se han absuelto por completo”.

Como profesional, ella también ha experimentado algunos prejuicios sociales en carne propia. “A veces, solo por ser mujer, ciertas personas creen que lo que haces no es un buen trabajo. La realidad es que las mujeres recién tenemos más voz en el espacio del arte y en las demás disciplinas”, dice Vanessa.

Si bien “Billy Elilot” es una obra dirigida a personas mayores de ocho años, Vanessa considera que calza perfecto para que los niños vayan a verla acompañados de sus padres. “El teatro, como la música, es un vehículo formador de pensamiento, dinámico y llevadero, que complementa la educación”.

ÉPOCAS DORADAS

Cálida y divertida. Así recuerda Vanessa Ferro su infancia, una época en la que se forjó como deportista en el Club. Llegó a practicar más de cinco deportes en nuestras instalaciones (natación, tenis y bádminton, entre ellos), gracias a los que pudo competir en diferentes campeonatos y desarrollar la confianza en sí misma.

Por las tardes, asistía a clases de baile en nuestra sede de Chorrillos. Vienen a su memoria como sus primeros acercamientos hacia el desarrollo de su expresión corporal. “Mis veranos eran muy parecidos: hacía deporte por la mañana y, por la tarde, me divertía bailando o jugando en la playa con mi familia o mis amigas”, agrega. 

Todo lo que ha vivido es y seguirá siendo una fuente de inspiración para cumplir sus retos personales. Uno de ellos, tal vez el más próximo, es escribir una gran obra y dirigirla.

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Vanessa junto a su padre, Víctor Ferro. “Mi papá es abogado y, desde que tengo uso de razón, nunca faltó al trabajo. Un día se tomó un día libre para enseñarme a flotar en la piscina del Regatas”, nos cuenta Vanessa.